Foto: http://www.verema.com/blog/puck/998896-restaurante-beirut-king-valencia
|
―¡Feliz cumpleaños! ―le saludo nada más abrir la puerta y le planto un beso sobre los
labios. Él me abraza, y, todavía a través del beso, siento como está sonriendo.
―Hm, ¡qué bien huele! ―me dice, todavía en el marco de la puerta,
atisbando sobre mi hombro a la cocina. Yo deduzco que es el perejil, cuyo aroma
fresco se está esparciendo por todo el apartamento, aunque ya no la sienta. Le
paso los dedos por las sienes y los deslizo hasta su nuca, como
siempre lo he hecho. Le tenso los pelos para atrás, mientras le miro a los ojos
y formo un puño, estirándole un mechón a cada lado hasta soltarlo poco antes de
hacerle daño. Él, me mantiene abrazada por la cintura y me mira divertido.
―¿Qué pasa? ¿No te ha salido bien la comida?
Si huele excelente, mujer.
Le sonrío.
―Anda, pasa ―le digo y nos soltamos.
Le llevo al balcón. He extendido
una manta gruesa, acomodado cojines, dispuesto velitas en vasos transparentes y
adornado todo con ramilletes de romero y conchas.
―Hoy comemos sentados en el suelo.
―Oh, ¡qué
bonito! Debería tener cumpleaños más a menudo ―dice Paul y me da un golpecito en el culo. Yo le devuelvo la mirada
como diciendo "ya te gustaría, ya", pero no le digo nada; hoy no
estamos para peleas, ni reales ni fingidas. Él, regresa a la sala, tira el
portafolios sobre el sofá y se quita la americana, no una manga detrás de la
otra como lo hace todo el mundo, sino sacudiendo los hombros y dejando que se
deslice por sus brazos, por detrás de su espalda. Se queda con la camisa color plomo
que compramos a comienzos de temporada y se afloja la corbata, una azul
eléctrica que al principio tuvo miedo de combinar, pero que le da un toque fresco,
de aventurero, y ya se está desabotonando también los primeros dos botones del
cuello. Me quedo mirando sus manos morenas de venas marcadas, recuerdo su tacto
sobre mi cara, como me levanta la barbilla y me penetra con la mirada y me dice:
Eva, y nada más.
Me doy la vuelta y voy a la cocina,
a traer la comida: fatoush, taboulé, humus y algo de pita, nuestra comida
favorita. Le prohíbo entrar a la cocina, pero le alcanzo el vino y el
sacacorchos por la puerta. Cuando salgo al balcón, ya está anocheciendo y Paul
ha encendido las velas y descorchado la botella, ha traido la radio del baño y
puesto una emisora de baladas. Ahora está reclinado, disfrutando el momento.
Sirvo, pero cuando me siento,
casi no puedo comer. En vez de eso, siento una brisa sobre la piel. Es por el
patio interior, siempre se forman remolinos a este lado del edificio. Veo las
velas titilando, resistiéndose al viento. Pruebo la ensalada y siento que le
falta ácido.
―¿Adónde vas? ―Paul me coge del brazo, evitando que me levante.
―Está soso.
―Ya voy yo, disfruta, relájate. Toma un poco de vino, mujer. Todo está
muy rico.
Se levanta, esquiva los
diferentes platos y adornos y trae la vinagrera del comedor.
Mientras estoy terminando la
ensalda siento su pié derecho rozando mi pié izquierdo, que tengo estirado.
Paul pone cara de pillo y me atrapa un pie.
―¿Qué tal te ha ido el día? ―le pregunto.
―¿Me preguntas por la oficina?
―Bueno... era tu cumpleaños, te pregunto sobre el día en general, pero
lo pasaste en la oficina, ¿no?
―Mi cumpleaños ha comenzado al entrar por esa puerta, Eva ―me dice y señala hacia la entrada―. Osea, va de maravilla ―añade, guiñando un ojo. Me levanto y me siento en su regazo.
―Uy, ¡estás
fría!
Me frota con ambas manos los
brazos. Son tibias, algo ásperas y duras. Reclino mi cabeza sobre su hombro y hundo
la cara en su cuello. Huele a Axe, a sal y un poco a bosque. Le beso el cuello
y paso mis dedos por su nuca, allí dónde empieza el pelo, los hundo en su
cabellera y estiro un mechón. Él se deja, como un gato panchón, aunque no le veo, sé que tiene los ojos
cerrados y una expresión neutra, relajada. Solo le falta ronronear. La radio
canta: "Everything you want, you got it. Everything you need, you got it. Everything at all, you got it, ba-by"
y a mí se me llenan los ojos de lágrimas.
El pecho de Paul pausa la respiración por un
momento. Luego acomoda su brazo y me acaricia el cabello. Nos quedamos así un
rato, hasta que termina la canción. Entonces carraspéa y me dice en tono serio
y pausado:
―¿Te dieron la beca?
Asiento un poco sobre su cuello, no digo nada, no
me muevo más.
―Felicidades ―me susurra al oido. Y yo sigo sin
querer verle la cara.
―Lo siento, no quería decírtelo hoy.
―Shhh, shhh, shhh... No cambia nada. ¿Hay postre?
―... Baklavá y té de menta.
Esta mierda me borro mi comentario! Lo que escribí era algo así:
ReplyDeleteWTF! ¿Como le dejas así? Debería ser un crimen que nos puedas dejar así.
El Paul este, no me cae bien, es demasiado bueno :-P
Ahora en serio, es la mejor historia corta hasta el momento. Todo esta perfecto, los personajes, como actúan y hablan, el tempo de la historia. Esto ya empieza a ser mas profi. Felicidades!
Ahora sigue escribiendo tu novela!
<3 merci cheri!!
ReplyDelete--> crees que debería decir que es por un puesto de trabajo en el diálogo final?
--> se nota que la protagonista se trae algo grave entre manos desde el comienzo, o no se nota?